viernes, 27 de enero de 2012

Capitulo 10


-Bueno y, ¿para qué me has traído a tu casa?- preguntó Lucia que cada vez, se iba relajando más.
-Para hablar más tranquilos. Pero si estás incómoda te acompaño a tu casa y ya hablamos otro día.- dijo José levantándose del sofá.
-¡No!-  dijo Lucia impidiendo que su novio se alejara de ella.- Quédate a mi lado por favor.
-Vale, vale. Me quedaré. Oye tu hace unos minutos me dijiste que querías decirme algo. ¿De qué se trata?- preguntó José un poco intrigado.
-Pues… verás. El caso es que…- dijo Lucia.- Realmente no sé como decírtelo.
-Pues diciéndomelo. No creo que sea muy grave, ¿no?
-No, no. No es grave, ¿o sí?
-No lo sé. Jajaja. Dímelo y te diré si es grave.
-¡¡¡SOY VIRGEN!!!
¡Dios! Lo había dicho. Se estaba muriendo de la vergüenza. Miró a su alrededor. Solo encontró un cojín. Lo cogió rápidamente y se tapo la cara.
-Jajaja y, ¿eso es grave?
Lucia lentamente se iba alejando cada vez más el cojín.
-No sé, ¿lo es?
José pudo ver una cara realmente roja. Parecía un pimiento. Cada vez que la miraba sentía ganas de reírse.
-Lucía mírame. No es nada grave.- le dijo José dándola un beso dulce que acabó en un beso largo y apasionado.
-Tú seguramente ya no lo seas.
-Pues te va a sorprender. Pero sí lo soy.
Esas últimas palabras sorprendieron mucho a Lucia. ¿Lo sigue siendo y está tan seguro de lo que hace?
-Entonces, hay una cosa que no entiendo. ¿Por qué estás tan tranquilo?
-Porque una vez, alguien me enseñó que debía vivir segundo a segundo. No me tengo que preocupar por algo que a lo mejor ni sucede hoy. Aunque realmente me apetezca.
-¡Ah!  Sabias palabras.
-Me las decía mi abuelo siempre. Pero no hablemos de ese tema.
Lucia le sonreía. Solo a él. Cuando lo hacía, se sentía el chico más afortunado de todos. Esa mirada, esa sonrisa. Ella era perfecta para él.
José se acercaba lentamente hacía ella.
-Te quiero.- dijo José susurrándola.
Cada momento que pasaba con él, más sorprendida se quedaba. ¿Es posible querer a una persona tan rápido? Ella sí lo cree. Porque creía sentir el mismo sentimiento hacía él. Esta vez fue Lucia la que se acercó hasta él. Pero no a su oreja, si no a su boca. Tras un cariñoso beso le contestó.
-Yo también.
Tras esas últimas palabras ninguno de los dos se pudo contener. Se dejaron llevar por el momento. Cayeron en la lujuria.
Mientras que se besaban, José subía a Lucia, que estaba abrazada a él, hasta su habitación. Era un deseo que no se podía describir. No les importaba nada ni nadie. Ni siquiera pudieron escuchar el sonido de la puerta abriéndose.
-¡Hola José, ya estoy en casa! He llegado un poco tarde, pero es que había muchos clientes en el bar.
Lucia se puso muy nerviosa.
-¿Qué hago?- dijo susurrando para que no se la escuchara.
-Baja cuando yo diga: ‘’No he hecho nada en toda la noche’’.
Lucia sonrió.
-¡Qué mentiroso estás hecho!
Se dieron el último beso de la noche.
-Adiós. Te quiero. Estate atenta a la frase. Y no hagas mucho ruido.
-¡¡Ya bajo mamá!!- gritó José que antes de salir a su cuarto le dijo adiós a Lucia con un gesto y una sonrisa. ‘’Te quiero’’. Susurró. ‘’Yo también’’. Respondió Lucia.
José bajó rápidamente las escaleras.
-Hola, mamá. ¿Qué tal en el bar?
-Pff. Pues como siempre hijo.
-Mamá, me ha parecido ver antes una rata en la despensa. ¿Puedes ir a ver?
-¡¿Una rata?! No se escapará.
Mientras que la madre de José fue a la despensa con un mata-insectos, Lucía se encontraba nerviosa en la habitación de su novio. Estaba atenta. De repente escuchó:
-Pues yo no he hecho nada en toda la noche.
La señal. Abrió cuidadosamente la puerta y bajó las escaleras de puntillas. ¡¡Al fin!! Pensó. Ya había llegado a la puerta. Cuidadosamente la abrió y la cerró. Sin hacer ningún ruido.
¿Qué podía haber pasado aquella noche si no llega a volver su madre tan pronto? Estaba claro. Era evidente. Estaba muy segura cuando está con él. Entre sus brazos. José es un chico muy especial.

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