-Bueno y,
¿para qué me has traído a tu casa?- preguntó Lucia que cada vez, se iba
relajando más.
-Para
hablar más tranquilos. Pero si estás incómoda te acompaño a tu casa y ya
hablamos otro día.- dijo José levantándose del sofá.
-¡No!- dijo Lucia impidiendo que su novio se alejara
de ella.- Quédate a mi lado por favor.
-Vale,
vale. Me quedaré. Oye tu hace unos minutos me dijiste que querías decirme algo.
¿De qué se trata?- preguntó José un poco intrigado.
-Pues…
verás. El caso es que…- dijo Lucia.- Realmente no sé como decírtelo.
-Pues
diciéndomelo. No creo que sea muy grave, ¿no?
-No, no.
No es grave, ¿o sí?
-No lo
sé. Jajaja. Dímelo y te diré si es grave.
-¡¡¡SOY
VIRGEN!!!
¡Dios! Lo
había dicho. Se estaba muriendo de la vergüenza. Miró a su alrededor. Solo
encontró un cojín. Lo cogió rápidamente y se tapo la cara.
-Jajaja
y, ¿eso es grave?
Lucia
lentamente se iba alejando cada vez más el cojín.
-No sé,
¿lo es?
José pudo
ver una cara realmente roja. Parecía un pimiento. Cada vez que la miraba sentía
ganas de reírse.
-Lucía
mírame. No es nada grave.- le dijo José dándola un beso dulce que acabó en un
beso largo y apasionado.
-Tú
seguramente ya no lo seas.
-Pues te
va a sorprender. Pero sí lo soy.
Esas
últimas palabras sorprendieron mucho a Lucia. ¿Lo sigue siendo y está tan
seguro de lo que hace?
-Entonces,
hay una cosa que no entiendo. ¿Por qué estás tan tranquilo?
-Porque
una vez, alguien me enseñó que debía vivir segundo a segundo. No me tengo que
preocupar por algo que a lo mejor ni sucede hoy. Aunque realmente me apetezca.
-¡Ah! Sabias palabras.
-Me las
decía mi abuelo siempre. Pero no hablemos de ese tema.
Lucia le
sonreía. Solo a él. Cuando lo hacía, se sentía el chico más afortunado de
todos. Esa mirada, esa sonrisa. Ella era perfecta para él.
José se
acercaba lentamente hacía ella.
-Te
quiero.- dijo José susurrándola.
Cada
momento que pasaba con él, más sorprendida se quedaba. ¿Es posible querer a una
persona tan rápido? Ella sí lo cree. Porque creía sentir el mismo sentimiento
hacía él. Esta vez fue Lucia la que se acercó hasta él. Pero no a su oreja, si
no a su boca. Tras un cariñoso beso le contestó.
-Yo
también.
Tras esas
últimas palabras ninguno de los dos se pudo contener. Se dejaron llevar por el
momento. Cayeron en la lujuria.
Mientras
que se besaban, José subía a Lucia, que estaba abrazada a él, hasta su
habitación. Era un deseo que no se podía describir. No les importaba nada ni
nadie. Ni siquiera pudieron escuchar el sonido de la puerta abriéndose.
-¡Hola
José, ya estoy en casa! He llegado un poco tarde, pero es que había muchos
clientes en el bar.
Lucia se
puso muy nerviosa.
-¿Qué
hago?- dijo susurrando para que no se la escuchara.
-Baja
cuando yo diga: ‘’No he hecho nada en toda la noche’’.
Lucia
sonrió.
-¡Qué
mentiroso estás hecho!
Se dieron
el último beso de la noche.
-Adiós.
Te quiero. Estate atenta a la frase. Y no hagas mucho ruido.
-¡¡Ya
bajo mamá!!- gritó José que antes de salir a su cuarto le dijo adiós a Lucia con
un gesto y una sonrisa. ‘’Te quiero’’. Susurró. ‘’Yo también’’. Respondió
Lucia.
José bajó
rápidamente las escaleras.
-Hola,
mamá. ¿Qué tal en el bar?
-Pff.
Pues como siempre hijo.
-Mamá, me
ha parecido ver antes una rata en la despensa. ¿Puedes ir a ver?
-¡¿Una
rata?! No se escapará.
Mientras
que la madre de José fue a la despensa con un mata-insectos, Lucía se
encontraba nerviosa en la habitación de su novio. Estaba atenta. De repente
escuchó:
-Pues yo
no he hecho nada en toda la noche.
La señal.
Abrió cuidadosamente la puerta y bajó las escaleras de puntillas. ¡¡Al fin!!
Pensó. Ya había llegado a la puerta. Cuidadosamente la abrió y la cerró. Sin
hacer ningún ruido.
¿Qué
podía haber pasado aquella noche si no llega a volver su madre tan pronto?
Estaba claro. Era evidente. Estaba muy segura cuando está con él. Entre sus
brazos. José es un chico muy especial.
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