Desde que
la vio no se la quita de la cabeza. Era tan guapa. Ninguna chica se la parece,
al menos a simple vista. Por un momento vuelve a la realidad. No la conoce de
nada. ¿Le llamará? No lo sabe. A lo mejor tendría que ser él el que la llamase.
No quería molestarla. Estaba en una nube. No le importaba los clientes
incómodos que había en aquella cafetería. Lo que más recordaba de ella era su
pelo largo y sus ojos azules que tenían un brillo especial para él. Ha visto
muchas miradas, pero ninguna como la suya. Penetrante. Seductora. Le encantaba.
*Ring, ring*. Sonaba su móvil. Seguramente sería su madre. Se equivocaba. Era un
número desconocido. Se fue a un sitio relajado y contestó.
-¿Sí?
Dígame.
-Hola,
eres José, ¿verdad?
-Sí,
¿quién es?
-Hola.
Ehmm soy la chica de la cafetería. Nos hemos conocido hace poco. Me diste tu
número de teléfono en una servilleta.
Los ojos
del chico se iluminaron al saber que ella le había llamado.
-Sí. Me
acuerdo. Por cierto, ¿cómo sabes mi nombre?
-Lo ponía
en la servilleta que me diste. Yo me llamo Lucia.
-Ah,
cierto. No me acordaba. Encantado.
-Bueno yo
te llamaba para preguntarte una cosa. Entiendo la respuesta.- dije yo sin estar
muy segura de mis palabras. Tras mucho trabajo le había preguntado a mi madre
si me dejaban ir a la fiesta, finalmente me dijo que sí tras ratos de
insistencia.- Esta noche hay una fiesta y no tengo acompañante. Me preguntaba
si te gustaría venir. Es a las 11.
José no
se podía creer lo que escuchaba. No estaba seguro de que le llamara y encima le
invita a una fiesta.
-¿A las
11? Creo que estoy disponible. Será todo un honor acompañarte.
-¿Enserio?
Muchas gracias de verdad. ¿Sabes dónde está la plaza GreenWich?
-Sí. Vivo
muy cerca.
-Vale,
pues sobre las 10.40 espérame por allí.
-Vale.
Pues luego te veo.
Colgaron
los dos. Cada uno pensaba en lo suyo. Pero lo que tenían en común era que no
paraban de sonreír y lo único que deseaban en ese momento era que ya fuese de
noche para poderse volver a ver.
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